Esta iglesia, de la que se sabe por un diploma del cartulario de Celanova que fue entregada a un tal Odoymo para que la repoblase en el año 872 mencionándola como ya existente desde doscientos años antes, lo que nos da como fecha aproximada de construcción el año 675, es posiblemente el eslabón más importante que aún se conserva para poder estudiar toda la arquitectura visigoda del siglo VII.
Magníficamente conservada y sin grandes modificaciones respecto a su diseño original, la iglesia, inscrita en un rectángulo de 12 por 18 metros, tenía forma de cruz griega a la que se añadían un ábside en el costado oriental y un pórtico en el occidental, prácticamente simétricos. Sobre el cruce de las dos naves existe una linterna cubierta por tejado a cuatro aguas, con una ventana a cada lado situadas sobre los tejados a dos aguas que cubren las naves.
En la actualidad existe además una cámara en el costado nordeste, con tejado plano continuación del de la nave norte y se ha sustituido el pórtico original, que seguramente sería del mismo tipo que el de San Juan de Baños, por otro que tiene un único tejado plano con dos arcos de medio punto, uno al norte y el otro al oeste, y una espadaña medieval en la unión del pórtico con la nave occidental. Ambos añadidos son de peor factura que el resto de la construcción y se pueden observar a simple vista los planos de unión entre los muros originales y los añadidos posteriormente.
El interior es de una gran sencillez y define con magnífica exactitud el espíritu de la arquitectura visigoda de esta época, que luego se reflejará en las construcciones posteriores como San Pedro de la Mata, Santa María de Melque, San Pedro de la Nave ó Quintanilla de las Viñas. Las naves están abovedadas, con bóvedas de medio cañón construidas de ladrillo del tipo romano, de factura semejante a la de la nave occidental de San Fructuoso de Montelios, y terminan en el cuadrado central en arcos de herradura. Dichos arcos, que rematan directamente en la pared sobre repisas decoradas, se juntan de a dos en cada esquina de forma que sólo dos de ellos son completos, mientras que los otros dos arrancan enjarjados con aquellos. Por encima de los arcos arrancan los muros que soportan el cimborrio, de una altura que es aproximadamente el doble de su anchura y con una ventana en cada uno de los lados, cubierto por una bóveda de arista capialzada, a semejanza de la del Mausoleo de Gala Placidia en Rávena, hecha también con grandes ladrillos de tipo romano y que arranca a partir de semicircunferencias en los muros.
El ábside, cubierto por bóveda semicircular, está separado del resto de la iglesia por un arco toral en forma de herradura sin clave y prolongado en 2/7 del radio, sobre impostas que continúan a lo largo de los muros y que se apoyan cada una en dos capiteles sobre columnas colocadas paralelamente a los muros. Encima de la bóveda del ábside hay una pequeña cámara a la que sólo se puede acceder por una ventana interior existente en el muro de la nave oriental, lo que será muy habitual en la arquitectura asturiana posterior. Los capiteles, de la misma época que la iglesia y de una técnica muy poco depurada, son de distinta factura, dos de ellos de tipo corintio degenerado mientras que los otros dos son diferentes, uno de tipo compuesto y el otro cúbico bizantino. Las columnas son de mármol negro, posiblemente reutilizadas de alguna construcción romana de la zona.
El resto de decoración de la iglesia consiste en una imposta que recorre el comienzo de la bóveda del ábside y bordea la ventana que en él existe, y que está formada por un tallo serpenteante con racimos y hojas, del mismo tipo que el de San Pedro de la Nave, unas hileras de sogueado en las naves a la altura de las repisas de los arcos del crucero y otras del mismo tipo en los muros de éste, por encima del final de los arcos. También es de destacar la celosía de la ventana del ábside, formada por semicírculos que cabalgan unos sobre otros. Este dibujo se ha encontrado en otros restos de decoración visigoda, como un cimacio de Córdoba o en las impostas de San Giao de Nazaré.
El aparejo de los muros es, como toda la arquitectura de esa época, a base de grandes sillares bien labrados, aunque no con la perfección de San Fructuoso de Montelios, colocados en hiladas horizontales que forman una estructura muy sólida como demuestra su magnífico estado de conservación.
Pero lo más importante de esta iglesia es que, si la cronología estudiada hasta ahora no es totalmente errónea, nos encontramos ante la primera de las iglesias cruciformes de la arquitectura visigoda. Si, como hemos visto, San Juan de Baños fue construida en el año 661 y representa un nuevo intento de modificación de las plantas basilicales que se estaban utilizando hasta ese momento, lo mismo que observamos en otras anteriores como Cabeza de Griego, ó Recópolis, y San Fructuoso de Montelios fue construida poco antes de la muerte del santo acaecida el 16 de abril de 665, todo da a entender que Santa Comba, unos años posterior a ésta y situada en plena zona de influencia del obispado de Braga, significó el hallazgo definitivo en cuanto al diseño de las plantas que durante más de un siglo estuvieron buscando los arquitectos visigodos.
En efecto, parece que partiendo de la estructura que para su tumba importó San Fructuoso, imitando modelos de Rávena y Bizancio, se adoptó la misma forma para las iglesias posteriores, para lo cual al esquema de dos naves cruzadas y el cimborrio sobre su crucero bastaba añadir la capilla mayor y, para que el conjunto conservara esa simetría que posiblemente era su mayor atractivo, se le añadía también en el lado opuesto un pórtico de las mismas dimensiones que aquella.
Este hecho fue tan importante que, como han demostrado modernas investigaciones, el modelo de Santa Comba fue absolutamente respetado en otras iglesias posteriores, como San Pedro de la Mata, construida posiblemente en los últimos años del reinado de Wanba (672-681), y en la polémica Santa María de Melque, de fecha imprecisa pero que, aunque considerada durante muchos años como mozárabe, actualmente hay pocas dudas de que sea anterior a la invasión árabe. De hecho, las iglesias de Bande y Melque, tan magníficamente conservadas, no sólo son similares a simple vista, si no que se ha comprobado que corresponden a los mismos planos utilizando para su construcción diferentes unidades de medida: el «Deunx» de 30 cms. en el primer caso y el «Gubitus» de 50 cms. en el segundo. Véase a este respecto la magnífica información existente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Lo mismo sucede con San Pedro de la Mata cuya unidad sería el «Palmitas» de 41 cms, aunque en este caso el mal estado de sus restos impide saber con certeza si el ábside y el pórtico eran como en las otras dos o si, como parece, serían de la misma altura que las naves, en cuyo caso estaríamos ante un claro antecedente de San Pedro de la Nave.
Lo que es indudable y de gran importancias es que en las tres se utilizó el mismo diseño y que, excepto en pequeños detalles como el indicado o la situación de las puertas en los laterales del crucero de Mata, podemos asegurar que Mata es una reproducción de Bande a escala 4/3 y Melque a escala 5/3.
Como detalle anecdótico podríamos añadir que su similitud con Montelios no termina en la forma de la planta, sino que lo mismo que en aquella, en Bande y en Melque, existe también un arcosolio incrustado en un muro, situado en la toledana en el interior de la iglesia mientras en la gallega estaba en el exterior de acuerdo con la costumbre de la época en la región galaico-portuguesa. Esto se podría interpretar como que también fueron construidas como capillas funerarias, convertidas posteriormente en iglesias monacales añadiendo aposentos laterales a la estructura original.
Mención aparte merece el controvertido tema de esos aposentos laterales que se sabe que existían en Santa Comba por los hallazgos efectuados en las excavaciones. Dichos aposentos, de los que aún se conserva uno, existieron en casi todas las iglesias visigodas del siglo VII, pero hay una diferencia de matiz que quizá merezca un estudio más profundo que el que aquí podríamos efectuar: mientras que en las iglesias que hemos definido como cruciformes, entre las que Bande es posiblemente la primera, aparecen como añadidos a la construcción original, en las posteriores como la de Nave o Quintanilla de las Viñas y San Giao de Nazaré, forman parte del diseño inicial. Esto podría deberse a una necesidad creada por la gran importancia que adquirió el tipo de vida monacal a finales del siglo VII y principios del VIII que quizá obligó a un replanteamiento de la forma del culto y creó la necesidad de estos compartimentos, dedicados a monjes inclusos los adosados a las naves y a peregrinos los laterales del pórtico según Gómez Moreno.
De acuerdo con este planteamiento, las iglesias a las que se añadieron estos aposentos como una modificación posterior serían anteriores a la existencia de esa necesidad, mientras que las que los tenían en el diseño inicial serían posteriores.
Resulta evidente que sería necesario un estudio en profundidad de la vida monástica de la época y la relación entre las iglesias rupestres y las primeras construcciones monacales exentas así como la evolución de éstas para poder tratar más a fondo este tema.
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